Son varios los sitios en los que esa sensación me ha inundado. Sin embargo existe uno singular. Uno en el que la sensación se produce por haber vivido otra vida en otro tiempo, pero dentro de esta vida: Almería.
¿Qué ha quedado? Han quedado recuerdos y sensaciones sobre el trabajo hasta la extenuación, sobre sueños cumplidos, sobre amigos que se han dejado la piel unas veces conmigo y otras veces junto a mí. Queda en el recuerdo la mirada de mis hijos hacia la inmensidad al contemplar por primera vez el Mar Mediterráneo. Queda el vacío que dejan las mil voces de todas las personas que allí he conocido. Queda el recuerdo de lo vivido y también de lo que quedó por vivir. Y como la luz también se puede recordar, queda el recuerdo de la luz. Cuando un paisaje tiene toda la luz se puede permitir atardecer cada día de un color diferente. Recuerdo las puestas de sol en el faro de la bocana del puerto de Almería, en el bosque de pitacos, en la bahía, en el Collado García, en el peñón de Mónsul, en Genoveses, en San José, en la vieja iglesia de las Salinas de Cabo de Gata, en Punta Entinas, en la torre del puerto de Almerimar…