miércoles, 2 de abril de 2008

EL SABOR DE UN BESO

Hace unos días nos informaron en los medios de comunicación del cambio de estación. Y la verdad es que yo había cambiado de estación como el que pasa las páginas finales de un periódico. A los pocos días se ha adelantado el reloj como consecuencia del aumento del número de horas de luz. Incluso a principios de febrero comentábamos algunos compañeros que los jardines del instituto estaban repletos de flores y de orugas: para ellos ya había llegado la primavera. Todo esto había pasado por mi mente sin llamar un ápice mi atención. Pero ayer, caminando hacia la biblioteca del Campus, ensimismado en mis pensamientos, sin avisar, vi sorprendidos mis sentidos por un sinfin de sensaciones. De pronto me he sentido rodeado de vida: los jóvenes alumnos y alumnas sentados, tumbados, abrazados de forma furtiva unos y descaradamente otros, ríen, se besan, escriben en sus ordenadores portátiles, leen, conversan, navegan, esperan, disfrutan… Los jardines están inundados de floridas plantas entre las que destacan enormes flores de uña de león que dan pinceladas cargadas de color. La brisa mueve con elegante vaivén las hojas de los árboles y las finas hierbas. La temperatura, que no el aire, acaricia la piel. Tantos recuerdos vienen a mi mente. Para mí, este es el momento más especial del año. Y cuando digo momento, me refiero a estos precisos segundos que no se volverán a repetir hasta el próximo año. Este momento en el que disfruto del instante presente y mi mente se inunda de recuerdos de sensaciones que me llegan de dieciocho o veinte años atrás. Sensaciones que se repiten año tras año y que me hacen feliz. Es difícil explicar con palabras la explosión de los sentidos en primavera:

La imagen de tu sonrisa.

El sonido del elegante balanceo de la hierba.

El olor de las flores.

El tacto de una caricia.

El sabor de un beso.



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