viernes, 8 de abril de 2011

EL DISCURRIR DE LA VIDA

En estos días, una compañera de trabajo ha anunciado que la sustitución que cubre llega a término. Una ligera mezcla de tristeza y de incertidumbre se puede vislumbrar a veces en su rostro. Esto ha traído a mí el recuerdo de otra época que transcurrió en tiempos bastante revueltos de mi vida. Eran momentos de incertidumbre ante el destino y lo que en él encontrara. Recuerdo la intranquilidad en mi cabeza durante todo el verano, generada por la posibilidad de que me mandasen al otro extremo de la comunidad autónoma. Tengo que aclarar que por entonces vivía en Almería. Además, siempre rondaba la duda de si sería una sustitución o una ansiada vacante. De todos estos recuerdos, hoy me quedo con la sensación de seguridad y alegría que sentía cuando salía el listado definitivo de vacantes y se me asignaba un destino que dependiendo del curso estaba entre 2, 17 u 82 kilómetros de mi casa. Recuerdo la felicidad con la que todos los días iba a Macael, cruzando el Collado García, mientras sonaba el ESP del coche al pisar las placas de hielo. Y repito que iba muy feliz, porque siempre, el destino siguiente al que me habían dado era Valverde del Camino en la provincia de Huelva.
Dura vida la del interino. Siempre dispuesto a hacer rápidamente la maleta, realizar muchos kilómetros, someterse al camino, alejarse de su hogar, a continuar la labor de otra persona, incluso a veces, sin la recompensa de que le dejen terminarla… Un permanente estar en tierra de nadie, en unas arenas movedizas que invitan al desarraigo y que le convierten en un “corazón partío”.
Puede que para evitar todas estas sensaciones, generadas por situaciones aparentemente negativas, exista un antídoto: involucrase. He encontrado compañeras y compañeros que me han comentado que estaban de paso en un destino. Me sorprendía cuando después de esto aclaraban que llevaban más de ocho, nueve e incluso “diecipico” años. Cómo puede una persona estar tanto tiempo en un sitio con la sensación de estar de paso.
María, no te preocupes demasiado. El final de todas estas historias de interinidad no es otro que el hecho de que cada cual encuentra su camino y su deseada meta. Mientras tanto, siempre viene bien disfrutar de los pequeños paraísos particulares.
Por donde una persona pasa y a quién conoce, junto a lo que allí hace, forman su curriculum vitae emocional; aunque me gusta más la expresión: el decurso de la vida. El resultado final es lo que somos.
A esta compañera le voy a desear mucha suerte, aunque sé que no necesita que lo haga, puesto que a las personas que brillan con luz propia, la vida suele tratarles bien.
¡Mucha suerte! Para ti María y para ese encanto de niña llamada Marina.