En estos días, una compañera de trabajo ha anunciado que la sustitución que cubre llega a término. Una ligera mezcla de tristeza y de incertidumbre se puede vislumbrar a veces en su rostro. Esto ha traído a mí el recuerdo de otra época que transcurrió en tiempos bastante revueltos de mi vida. Eran momentos de incertidumbre ante el destino y lo que en él encontrara. Recuerdo la intranquilidad en mi cabeza durante todo el verano, generada por la posibilidad de que me mandasen al otro extremo de la comunidad autónoma. Tengo que aclarar que por entonces vivía en Almería. Además, siempre rondaba la duda de si sería una sustitución o una ansiada vacante. De todos estos recuerdos, hoy me quedo con la sensación de seguridad y alegría que sentía cuando salía el listado definitivo de vacantes y se me asignaba un destino que dependiendo del curso estaba entre 2, 17 u 82 kilómetros de mi casa. Recuerdo la felicidad con la que todos los días iba a Macael, cruzando el Collado García, mientras sonaba el ESP del coche al pisar las placas de hielo. Y repito que iba muy feliz, porque siempre, el destino siguiente al que me habían dado era Valverde del Camino en la provincia de Huelva.
María, no te preocupes demasiado. El final de todas estas historias de interinidad no es otro que el hecho de que cada cual encuentra su camino y su deseada meta. Mientras tanto, siempre viene bien disfrutar de los pequeños paraísos particulares.
Por donde una persona pasa y a quién conoce, junto a lo que allí hace, forman su curriculum vitae emocional; aunque me gusta más la expresión: el decurso de la vida. El resultado final es lo que somos.
A esta compañera le voy a desear mucha suerte, aunque sé que no necesita que lo haga, puesto que a las personas que brillan con luz propia, la vida suele tratarles bien.
¡Mucha suerte! Para ti María y para ese encanto de niña llamada Marina.