El intangible pero inmenso valor del momento
presente se nos escapa: instante a instante. Tal vez, con la preocupación de lo
que ya ocurrió y con el deseo sobre nuestro futuro, pasamos inadvertidamente
nuestro presente.
Una de
las frases más bellas que haya leído pertenece a Antonio Muñoz Molina y se
encuentra en El viento de la Luna: "Debería uno conservar el recuerdo de
la última vez que caminó de la mano de su padre". Este pensamiento es extrapolable a todo lo
pequeño y aparentemente insignificante de la vida, que paradógicamente puede
que sea lo más importante de la misma.
Mis
hijos de cinco y siete años, crecen rápidamente. Intento con ahínco disfrutar
cada momento con ellos como si fuese el último.
Hace pocos días me dice Diego:
—¡Papá! Cuando esté en la fila del colegio no me des más un beso, que me da vergüenza.
Una vez
más, como siempre, la vida se me adelanta y me sorprende. Soy incapaz de
recordar exactamente cómo ha sido la última vez que le he dado un beso en la
fila del colegio. Me consuelo pensando que si no lo recuerdo será porque no es
tan importante recordar ese preciso instante, frente a haberlo disfrutado
durante años. Disfrute que ha creado en
mí un recuerdo probablemente casi inventado y compuesto de multitud de imágenes
y emociones que fueron realidad.
Familiares,
amigos, compañeros y lectores ocasionales, a todos y todas os deseo que
disfrutéis intensamente todos los
pequeños momentos que estas Navidades Presentes os deparen y ojalá, los anhelos
sobre el Nuevo Año se conviertan finalmente en un recuerdo casi inventado y
compuesto de multitud de imágenes y emociones que fueron realidad.