El otro día me sorprendió el sonido de mis pasos que resonaba por las calles del casco antiguo de la ciudad que me vio nacer: Linares. Soledad acompañada del sonido de la tranquilidad; de una temperatura de equinoccio que te hace dudar si te encuentras en primavera o en otoño.
Y allí estaba yo, acompañado del arte que perdura en la arquitectura de antiguas casas palaciegas, como las de Zambrana, Orozco, Dávalos...
Y también rodeado de ese arte efímero frente al anterior y que da expresión a jóvenes armados con sprays: graffitis.
No me refiero a los graffitis a los que estamos acostumbrados y que degradan la ciudad a un paisaje deshumanizado...
Me refiero a auténticas obras de arte.
Arte que mezcla la caricatura, el hiperrealismo y la crítica social.
Entre tanto arte pictórico. También poesía.
Poesía que merece un post aparte: el siguiente.
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