martes, 9 de septiembre de 2014

Río de Janeiro-New York

¡Vaya! Otra vez he salido a correr a deshoras. Corro solo. Solo, pero acompañado de mis pensamientos.

Merece la pena salir tarde. Esto de correr por la playa de Ipanema es todo un lujo. El Atlántico Sur me refrigera con su brisa. El reflejo de la luna llena, hoy también superluna, se difumina sobre la cresta de las olas. Y allí a lo lejos, majestuoso, iluminado: el Cristo Redentor de Corcovado. No se puede pedir más.

¿De día? De día también es bonita. Además tiene el añadido de estar repleta de cuerpos que broncean su piel bajo el sol.
 
¡Vaya estruendo! Es el ruido de un Boeing 747 que acaba de cruzar sobre mí. ¡Ah! Ese es el vuelo Río-New York. El vuelo 7806 de American Airlines. Lo reconozco por la hora que es y porque lo uso habitualmente cuando viajo a New York. ¿Quién pudiera ir ahora mismo montado en él? Ocho horitas y estaría en Time Square. ¡Bueno! Tampoco yo me puedo quejar. Corriendo, corriendo ya he pasado Ipanema y he llegado a Copacabana

No sé... No sé... En todo esto que estoy viviendo falla algo. ¿Cómo puede ser que el avión haya cruzado la constelación de Cepheus? Cefeo para los amigos. Si Cefeo se encuentra en el hemisferio norte y Río en el hemisferio sur... Entonces una de dos: o el firmamento está hoy un poco trastocado o yo no estoy en Copacabana...

Ahora que me fijo bien, las luces de Corcovado no son otra cosa que la iluminación de la Alcazaba de Almería. Y esta playa... Vale sí, estoy entre la playa de La Térmica y la del Zapillo.

En cuanto al vuelo. Nada de American Airlines: más bien habrá sido Ryanair hacia algún destino europeo.

De nuevo la música que escucho me ha jugado una mala pasada. Esta vez ha sido culpa de la bossa nova. Otro día hablaremos de música.







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