Aún no sé por qué extraña razón, cuando llega el tiempo de Adviento: me gusta visitar lugares lejanos... Perderme en sus mercadillos navideños repletos de objetos y delicias alimenticias de distintos puntos del mundo. Una sensación que me hace no poder evitar soñar con esos otros lugares de este planeta.
Y me gusta perderme... No tengo nada que temer. Ya sea en un recóndito lugar o en el brillo de una mirada cercana; el único riesgo que corro es el de encontrarme a mí mismo.
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