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lunes, 24 de agosto de 2009

AMISTAD EN LOS VILLARES

En un lugar de Los Villares, de cuyo nombre ya sí me acuerdo...el tiempo que tardarían las manillas de un reloj en recorrer varias horas, se ha dilatado hasta hacernos perder la noción de su paso. Otro año más, el segundo, nos han invitado a su chalet. Alberto y Cristina, tened cuidado puesto que así es cómo se crean las tradiciones: sólo hace falta que un encuentro se realice dos veces y tener ganas de que se vuelva a repetir. Estaremos encantados de seguir la tradición. Y, si no que se lo pregunten a Diego y Pablo.




Y de nuevo Alberto nos ha hecho un sabrosísimo arroz que él llama "campero". Aunque esta vez ha tenido la ayuda de David. Me huele que muy pronto le tomará el relevo a la hora de cocinarlo.

Parece que todo sigue igual, pero año tras año los pequeños cambios que disimulamos los padres son gratamente enmascarados por la enorme y rápida evolución de nuestros hijos. Quién iba a imaginar hace veinte años todo esto. Pero por otro lado: no había por qué pensar que fuera distinto.

Aquí, estamos rodeados de paisaje. Y como las fotografías del entorno no plasman su belleza ni su inmensidad, por eso no aparecen en esta entrada al blog. He preferido subir fotografías de algunos momentos de placidez y alegría vividos de puertas hacia dentro.


Observando la relajación de Inma en la hamaca de árbol a árbol, podemos imaginar la conversación: "ya es hora de irnos, bueno... sí... ahora nos iremos, o tal vez un poco más tarde..."

Pero claro, es difícil marcharse cuando se está rodeado de un paisaje espléndido, complementado por un jardín cuidado con mucho mimo. Con el mimo que Cristina le da.

Pero no creamos que sólo es ella la que trabaja en la casa. No nos equivoquemos: Alberto tiene una huerta. Y cuando termina de arreglarla, se dedica a ingeniar riegos, luces, toldos...

En definitiva: Laura y David están aquí en la gloria. Y esa es la sensación que compartimos todos los que aquí venimos. Así que: ¡hasta el año que viene!

Aunque ahora que lo pienso... tendremos que visitaros en pleno invierno, para hablar de nuestras cosas, acogidos por el fuego de la chimenea del salón, mientras contemplamos las cumbres nevadas de los montes de este trocito de "Paraíso Interior".