Hoy termina el otoño, comienza el invierno y lo que eso conlleva: aparece la Navidad. Una perfecta excusa para dirigirme a vosotros. Como otras veces, podría hacer un repaso de tópicos de la época. Seguro que nos reiríamos bastante. Pero... esta vez no va a ser así. Para tópicos ya está el nuevo anuncio de televisión de la Lotería Nacional de Navidad. Nos han quitado al famoso Calvo, y sobre todo, nos han quitado algunos momentos de emoción contenida. Lo han cambiado por "lo que toca hacer en Navidad". Por momentos estereotipados. Muchos de ellos, no compartidos por todo el mundo. Con lo que por ejemplo, los que estáis en Almería y no pasáis frío, ¿entonces, no vais a vivir plenamente la Navidad? ¡Qué sabrán algunos publicistas de la Navidad! Ellos tan sólo hacen la equivalencia que les mantiene en su puesto de trabajo: Navidad = $, aunque lleven parte de razón, no es la única equivalencia. Me quedo esperando las vuestras, y mientras tanto ahí va la mía:
No conozco a nadie que no se queje de que "no tiene tiempo". No nos damos cuenta, pero es falso, todos tenemos 24 horas al día. Lo que pasa es que gran parte de ese tiempo lo empleamos de una forma rutinaria e inadecuada para la consecución o al menos el acercamiento a la felicidad. ¿Y qué ocurre con la Navidad?: más vacaciones, menos responsabilidades, menos nivel de exigencia por parte de los demás y de nosotros mismos, en fin... un respiro. Con esa sensación de alivio el tiempo se nos ensancha, o eso parece. Además, la barrera psicológica del cambio de año, nos hace pensar en los errores del año que se va, y los anhelos para el que viene. Por tanto, tenemos unos minutos para pensar en lo que queremos ser de aquí en adelante. Eso nos da fuerza para continuar, para pensar que todo no está perdido para siempre: existe esperanza.
Al mismo tiempo que aclaramos nuestras ideas, y haciendo uso de esa apreciación elongada del tiempo, dedicamos un poquito más a esos que nos rodean y a aquellos que están lejos y vuelven, o no vuelven. Por unos momentos, nos olvidamos de todas las connotaciones que rodean nuestra vida y disfrutamos, sin darnos cuenta, del brillo de las sonrisas, de las miradas con ojos ilusionados, de un abrazo que dura un instante más de lo habitual, de una voluntariosa nota musical —aunque sea de zambomba desafinada —, en definitiva de Calor humano.
Esta vez, no quiero haceros reír: sólo quiero que sintáis un poquito de mi Calor.
No os voy a desear las felices navidades de siempre.
Os deseo un feliz Tiempo de Navidad, rebosante de abundante Calor humano.