jueves, 7 de agosto de 2008

MOLÉCULAS DE FELICIDAD


En Mallorca, en un paraíso perdido llamado Sa Punta: ha sido al observar uno de los atardeceres posiblemente más bonitos del Mediterráneo, cuando aconteció que:

En la superficie del mar había una molécula de oxígeno disociada en el agua que iba a ser respirada por un pez. En ese momento, una gaviota ha intentado comerse al pez y aunque no lo ha conseguido, sus alas han salpicado el agua que al leve contacto con el aire, en pleno proceso de vaporización, ha liberado esa molécula de oxígeno que el viento se ha encargado de traerme a mí. Y la he respirado. Ha llegado a los alveolos de mis pulmones y ha pasado a mi flujo sanguíneo. Hace un instante, transportada por un glóbulo rojo, ha pasado a gran velocidad por mi ventrículo izquierdo que con un gran impulso la he enviado a alimentar las células de los tejidos de mi cerebro, que como siempre, intenta deshacerse de todo lo que no le interesa y le ha soltado a un nuevo glóbulo, en su recorrido venoso, una modificación de oxígeno con un poquito de carbono (CO2). De vuelta a los pulmones, y unos instantes después, este gas se ha liberado en una relajante exhalación.
El viento, viajero en el espacio y el tiempo se la lleva hasta el grupo de algas que da vida a esta playa , y en el proceso básico para la vida en este planeta, le han quitado el Carbono y han liberado tan sólo el Oxígeno.

Ya es libre otra vez.

Es libre desde hace mucho tiempo. Esta molécula de oxígeno fue respirada por hombres neolíticos, talayóticos, romanos, vándalos, bizantinos, omeyas, almorávides, almohades, cristianos catalanes y aragoneses, mallorquines y turistas, y hoy por mí.

En este momento ha confluido mi visión de esta costa, el olor del mar, el sonido de la risa feliz de mis hijos que juegan entre sí y con sus primeros y efímeros amiguitos de verano. He tenido la misma visión que todos los que por aquí han pasado: he sentido el equilibrio de los elementos. Me he sentido parte del Universo. Sabemos que somos parte de él, pero miramos y estudiamos al Universo como si fuera algo ajeno a nosotros. Como el que se toca la otra mano sin querer darse cuenta de que es el mismo cuerpo.

Me he dado cuenta de que a veces la felicidad puede no tener nada que ver con la alegría y la sonrisa. Sino que puede ser un estado de placidez obtenido al sentirse en equilibrio con los elementos de la naturaleza que nos rodean.

Por la noche no he podido evitar salir a contemplar el firmamento. Y acompañado por el suave sonido de las olas he dibujado con mi mente las constelaciones.



Casiopea, Osa Mayor y Boyero.

miércoles, 21 de mayo de 2008

MANOLO ¡VEN, TE ESTAMOS ESPERANDO!

Amigo Manolo:

Recordarás que hace un mes y pico me dijiste que habías entrado a este blog con tus alumnos y me preguntabas si me importaba. A lo que te contesté que era un honor y que incluso haría alguna entrada para que ellos participaran. Pero claro, ya sabemos que no soy tan eficiente como tú y la entrada se ha demorado, ¡me cachis!, hasta hoy.

Esta entrada mía no es muy extensa porque tiene que dejar espacio para muchas voces. Las voces de esa multitud de personas, que te queremos y te admiramos, porque como un rey midas, nos has tocado con tu trato y nos has impregnado con una parte de tu halo.


Sabemos que ahora mismo vienes por esa carretera que tanto te gusta. Sí, esa estrechita que une Tahal y Almería. Paralelo a la línea continua acabas de coronar el Collado García, ya ves el mar a lo lejos y has comenzado la bajada hacia aquí. Tu fuerte corazón bombea con la fuerza que da sentir la libertad entre tus manos y en tu ordenada mente tan sólo: Alma, Marta y Álvaro.


Sabemos también que aunque conoces a la perfección ese camino, estás algo despistado y por eso todos te llamamos:

¡Amigo Manolo! Ven. Es por aquí. Te seguimos esperando.

miércoles, 2 de abril de 2008

EL SABOR DE UN BESO

Hace unos días nos informaron en los medios de comunicación del cambio de estación. Y la verdad es que yo había cambiado de estación como el que pasa las páginas finales de un periódico. A los pocos días se ha adelantado el reloj como consecuencia del aumento del número de horas de luz. Incluso a principios de febrero comentábamos algunos compañeros que los jardines del instituto estaban repletos de flores y de orugas: para ellos ya había llegado la primavera. Todo esto había pasado por mi mente sin llamar un ápice mi atención. Pero ayer, caminando hacia la biblioteca del Campus, ensimismado en mis pensamientos, sin avisar, vi sorprendidos mis sentidos por un sinfin de sensaciones. De pronto me he sentido rodeado de vida: los jóvenes alumnos y alumnas sentados, tumbados, abrazados de forma furtiva unos y descaradamente otros, ríen, se besan, escriben en sus ordenadores portátiles, leen, conversan, navegan, esperan, disfrutan… Los jardines están inundados de floridas plantas entre las que destacan enormes flores de uña de león que dan pinceladas cargadas de color. La brisa mueve con elegante vaivén las hojas de los árboles y las finas hierbas. La temperatura, que no el aire, acaricia la piel. Tantos recuerdos vienen a mi mente. Para mí, este es el momento más especial del año. Y cuando digo momento, me refiero a estos precisos segundos que no se volverán a repetir hasta el próximo año. Este momento en el que disfruto del instante presente y mi mente se inunda de recuerdos de sensaciones que me llegan de dieciocho o veinte años atrás. Sensaciones que se repiten año tras año y que me hacen feliz. Es difícil explicar con palabras la explosión de los sentidos en primavera:

La imagen de tu sonrisa.

El sonido del elegante balanceo de la hierba.

El olor de las flores.

El tacto de una caricia.

El sabor de un beso.



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martes, 8 de enero de 2008

AGUA AZUL

Me gusta salir al campo con ellos. Me gusta emborracharlos de vivencias positivas. Me gusta ver cómo se divierten rodeados de algo de naturaleza. Y sobre todo me gusta observar cómo digieren rápidamente las nuevas situaciones, como si llevaran toda la vida viendo mariposas, orugas o un bosque… Se adaptan rápidamente a todo, a todo lo bueno, a la tecnología y también a la Naturaleza. Y digo a todo lo bueno porque con tan sólo año y medio Pablo, y tres años y medio Diego, ya saben lo que quieren encontrarse cuando salen de la ciudad, y sin que nadie les haya soltado ningún rollo ecologista: tienen muy claro cómo quieren que sea el mundo que van a heredar.


Les llevo por los parajes por los que yo de pequeño y especialmente de adolescente he correteado y explorado. El cambio climático global y el descuido diario del hombre cercano han hecho que se pueda jugar al “antes... y después...” en tan sólo veinte años. La llanura frente a La Garza, antaño en primavera repleta de pequeñas lagunas rebosantes de renacuajos de los que se alimentaban cientos de aves la falta de lluvia ha hecho desaparecer las lagunas, del resto se encarga una urbanización que acabará devorando el paisaje—. El Embalse de Guadalén, cuyas compuertas, algunos años atrás se veían obligados a abrir casi todos los inviernos, en los últimos diez años ha visto rebajada practicamente a la mitad su producción hidroeléctrica. Cerca del embalse, un pueblo del mismo nombre. Uno de esos pueblos que en los años cincuenta el Instituto Nacional de Colonización fue fundando por toda España. Éste, tiene aún un nido de cigüeñas en el campanario de su plaza central, veremos por cuánto tiempo sigue siendo el nido, de este tipo, más grande de Andalucía. En Vadollano, el río Guarrizas discurre bajo los puentes romanos del Piélago, del siglo III a.d.c.. Recuerdo cómo bajaba el agua cuando yo tenía diecisiete años: abundante y furiosa entre grandes bloques graníticos. Se veían los peces en el fondo cuando mirábamos desde el puente. Alguna vez incluso llegamos a bañarnos ahora nos sorprende la visión de numerosas palomas muertas, atrapadas en el fango del lecho del río, que tiene menos de cinco centímetros de agua en muchas zonas. Y en cuanto al embalse, donde estaban “las colas” denominadas así por parecerse a la playa donde se refrescaban los bañistas, en la actualidad a muchos metros ya del agua, las alambradas limitan el paso hacia los cultivos de olivos, omnipresentes como en cualquier rincón de la provincia.


Llegamos al embalse y me pregunta Diego que dónde están los mapaches, los conejos, las ardillas y los cervatillos y por qué está el suelo lleno de cristales, plásticos y basura. De todo, lo que más les llama la atención es el color de la poca agua que queda contenida por la presa.


Exclama:

—¡El agua es “brown”!marrón en español —.


Los parajes naturales, los campos y los ríos en los que yo disfrutaba de pequeño, han cambiado bastante. Ellos no los conocieron por entonces, sin embargo miran extrañados y piensan que algo falla a su alrededor. Los pequeños ven a su corta edad lo que eminentes políticos, economistas y demás, no han querido ver durante décadas.


Quienes me conecen bien sabe que soy una persona extraordinariamente optimista. He decidido hacerles una fotocomposición con Adobe Photoshop®, para que cuando sean mayores tengan el recuerdo de lo que ya querían desde muy pequeños. Además con esto, voy practicando con mis hijos, para cuando tenga nietos poderles componer un mundo, para entonces de ensueño, pero que algún día existió.


Como yo quería llevármelos de allí, para que no se cortasen con los cristales, les animaba para ir a ver el río, diciéndoles:


¡Venga! ¿Queréis que vayamos a otro sitio donde también hay agua?

A lo que Diego me responde:

Sí papá, agua azul.

jueves, 6 de septiembre de 2007

SÍNDROME POSTVACACIONAL

He recibido un correo electrónico de una compañera del cibergrupi en el que me comenta su malestar de ánimo por la finalización de las vacaciones. Y se me ha ocurrido contestarle, haciendo extensiva la respuesta a los demás, por si alguien más se encuentra en la misma situación. Así que…

Estimada amiga y/o estimado amigo:

Aunque no soy la persona más adecuada para hablarte de este tema, empezaremos por la teoría.

En principio no te preocupes por tu mal, ya que la depresión postvacacional, como depresión exógena y “post” que es, desaparece cuando se esfuma la causa que la ha originado. Y para eso, lo mejor es ponerse manos a la obra lo antes posible y adentrarse en los pormenores del trabajo rápidamente.

Los humanos somos cíclicos en nuestro comportamiento. Necesitamos ritmos repetitivos como el circadiano, semanal, mensual, anual e incluso el electoral. Nuestro comportamiento es como el de un Vals, dos tiempos lentos por cada fuerte. Es decir, por cada varios momentos malos tenemos uno bueno. Por ello, no te obceques en subir el volumen cuando parece que el tiempo lento es tan bajito que aparenta incluso que ha terminado la pieza, porque cuando menos te los esperes, aparece el tiempo fuerte sorprendiéndote gratamente.

Además, piensa que por fin te vas a librar de esos consejos que has estado escuchando incesantemente todo el verano, como:

- Para hidratarte bebe agua.

- No hagas ejercicio después de comer, bajo el sol y a más de 40ºC.

- Para tomar el sol ponte crema protectora con filtro solar.

- Etc…

Consejos que siempre da algún experto como si fuese una novedad e incluso, con la misma rotundidad como si esta persona hubiera desarrollado, por fin, la fusión fría, salvando así a la Humanidad del colapso energético.

Así que olvídate de todo y ármate de valor, monta en tu vehículo, pon en el reproductor a todo volumen el tercer acto de la ópera “La valquiria” conocido como “La cabalgata de las valquirias” de Richard Wagner y según sea dónde te encuentres, galopa junto al oscuro y bello Mar Mediterráneo, o al mar de olivos de oleaje verde y plata y dirígete con alegría al puesto de trabajo.

Aunque ahora que lo pienso…Hace unos días terminó la Feria de Linares, finalización que recuerdo desde siempre como coincidente con el fin de las vacaciones, además, estos días estamos comprando el material escolar para nuestros hijos como antaño nuestros padres hacían con nosotros. Y mirando, mirando al cielo estrellado de las seis de la madrugada que son: se comienza a vislumbrar a estas horas, ya, la constelación de Orión, constelación puramente de invierno. No sé… me estoy empezando a sentir raro, triste, deprimido. Con el ánimo tan alto que había empezado este escrito. Tendré que volver a los consejos, para ver si me surten efecto a mí.

Los romanos, que de diversión sabían bastante, también sabían volver al trabajo y enarbolaban la expresión:labor omnia vincit (el trabajo todo lo puede).

¿Y estos latinajos a qué vienen ahora? ¿Será que me está ocurriendo lo mismo que a la niña de la película “El Exorcista”? Que presentaba como síntomas de posesión demoníaca: hablar en latín y otras lenguas muertas, en diferentes idiomas no conocidos por ella e incluso al revés, es decir, de atrás hacia delante. Porque lo que a ella realmente le ocurrió no tenía nada que ver con diablos y tinieblas, sino que la verdadera historia fue tan simple como que le dijeron que las vacaciones se acababan y el síndrome postvacacional se apoderó de ella.

Antes de que a mí me ocurra algo parecido te deseo:

Feliz retorno al trabajo

Happy return to the work (inglés)

Retour heureux au travail (francés)

Ritorno felice al lavoro (italiano)

Lycklig retur till arbetet (sueco)

Retorno feliz ao trabalho (portugués)

Glückliche Rückkehr zur Arbeit (alemán)

Gelukkige terugkeer naar het werk (holandés)

счастливое возвращение к работе (ruso)

(árabe)عودة سعيدة إلى العمل

ευτυχής επιστροφή στην εργασία (griego)

仕事への幸せなリターン (japonés)

일에 행복한 반환 (coreano)

愉快的回歸到工作 (chino)

Feliç volta al treball (catalán)

Visto este último fenómeno políglota, creo que ya sólo me falta hablar al revés.

¡orrocoS!

¡eduya em neiugla éuQ!

.lanoicacavtsop emordnís le rop odíesop odis eh etnemavitinifeD

.odulas nU

anetaC sotraM ogeiD

domingo, 12 de agosto de 2007

"VACACIONES SUECAS"

Este verano por fin he podido contemplar algo que deseaba desde hace mucho tiempo: el Sol de Media Noche desde el Círculo Polar Ártico. Durante el solsticio de verano el sol te acompaña durante las veinticuatro horas que dura el día, es parecido a una puesta de sol permanente. No quiero imaginar lo duro que se puede hacer el otro solsticio, el de invierno, durante el cual, el mismo sol no aparece en todo el día. Para esta experiencia he elegido Suecia. Grandes superficies de terreno repletas de coníferas y abedules, bajo los cuales, habita una fauna salvaje y discreta cuyos sonidos se oyen en la lejanía. El aire puro embriaga mis pulmones mientras el olor a madera recién cortada aviva mi sentido del olfato. Qué fresquito hace: la temperatura que aquí miden en grados Fahrenheit es de 46,5 º F —que equivale a 8,05 º C, centígrados o Celsius—. Después del desayuno acompañado de galletas de jengibre, he salido a dar un paseo rodeado de arbustos de arándanos silvestres cuyo sabor me recuerda los guisos que he probado en los últimos lugares que he visitado: HEMNES, LEKSVIK, STRANDA, HÖLLVIKEN, ASPSKÄR, FLAREN, entre otros…


De todos estos rincones que he visitado he realizado bonitas fotografías, incluso he querido plasmar algunos detalles, sin olvidar momentos de ilusión de los preparativos. Me gusta hacer fotografías para ilustrar el blog, de esta manera queda probado el viaje o visita ante las mentes más incrédulas.



La verdad es que esta historia me empieza a parecer un poco extraña. Tengo la sensación de haberla vivido antes o haber vivido algo parecido, es como si estuviera experimentando un déjà vudel francés ‘ya visto’ —. ¿Será que anteriormente ya he estado aquí y he vivido todas estas sensaciones?



¡Oh no¡ por favor… me temo que ya tengo una explicación para todo esto y sé lo que ocurre. Estoy soñando y el déjà vu me ha inducido un sueño lúcido de esos en los que el soñador se da cuenta de que está soñando. Hace años padecía frecuentemente este tipo de sueños, fenómeno que era utilizado por mi parte para soñar lo que “me apetecía…”¿A qué será debido ahora?


Aunque estoy dormido, paulatinamente voy tomando consciencia del espejismo de historia que he vivido y de la realidad que está ahí fuera —cuando me despierte encharcado en sudor—.



¿Será todo debido a que llevo dos semanas montando muebles de IKEA? —multinacional sueca —, rodeado de tableros, láminas y encastres, todos de madera; y además, el calorcito que nos ha caído —queda constancia, en la siguiente fotografía, de la temperatura que hacía el otro día a la sombra, en grados centígrados y no Fahrenheit, cuando volvía de Mercadona e iba a continuar montando muebles de IKEA—.



¡Hasta la hora que se me ocurrió visitarles y caer en sus redes de “resultones y baratitos”! Claro que son baratitos, si te los traes tú a tu casa o pagas el transporte aparte, y luego además, se ahorran el montaje que para eso ya estás tú, en este caso yo. Me lo tengo merecido porque además he sido reincidente comprando en varias tiendas: Murcia, Sevilla y Alcorcón. En todos los casos he comido albóndigas suecas con guarnición de arándanos silvestres que dan de menú en el restaurante sueco y además he probado las galletas de jengibre de la tienda sueca.



¡Oh cruel realidad! siempre superas a la ficción.



Ahora lo veo claro: HEMNES, LEKSVIK y STRANDA son los nombres de los diseños de algunos muebles de dormitorio de niños y de adultos, y HÖLLVIKEN, ASPSKÄR y FLAREN son de los cuartos de baño. Estos nombres no lo son de bellos rincones sino que lucirán bellos en los rincones de la casa a la que nos vamos a mudar de forma inminente. Posiblemente, cuando despierte, el camión de mudanzas estará esperando en la puerta.



No quiero que finalice el sueño porque al despertar comenzará la pesadilla.



Podría despertar ahora y terminar aquí la historia, pero ya que tengo un sueño lúcido voy a aprovecharlo. Me haré el sueco y seguiré soñando lo que me apetezca…

martes, 22 de mayo de 2007

SU PRIMER GRAN VIAJE

Recuerdo mi primer gran viaje. Con seis años recién cumplidos mis padres me acompañaron para cruzar en barco el Estrecho de Gibraltar con destino a Ceuta. Una gran hazaña: viajaba a otro continente. En mi mente hay supuestamente almacenadas algunas imágenes, especialmente del trayecto en barco y del mar. Fue bonito no sólo porque era el primer gran viaje que yo realizaba, sino porque también fue el último que mi abuela habría realizado, a la edad de setenta y tres años finalmente había hecho realidad el sueño de conocer el mar, todo esto unos meses antes de morir. Aún hoy me pregunto cómo se puede vivir toda una vida sin haber visto el mar. Los grandes primeros viajes de mi padre o de mi abuelo fueron aún de mucha menor envergadura que el del Estrecho.


Los tiempos han cambiado. Hace pocos días y siguiendo la encomiable labor de intentar que nuestros hijos sean una versión mejorada de sus padres, hemos realizado el que será el primer gran viaje de nuestro hijo mayor. Aún no cuenta con tres años, aunque él mantenga desde los dos que tiene “teés”.

Su viaje iniciático podría haber sido diferente, pero entonces no habría sido tan especial: Venezia.

Especial ha sido su primer vuelo en avión, su primer trayecto en barco taxi, su primera línea de barco bus. También recuerda los canales a los que llama “pissina”, los cientos de palomas junto a él en la Piazza di San Marco, las velitas de la Basílica e incluso las palomas que entraban a que les diera de comer en el Mc Donals cercano a la plaza.

Tan especial como la ciudad ha sido el apartamento en el que hemos parado: Dorsoduro 1079.

A media tarde Inma dormía una placentera siesta con el único y relajante sonido del movimiento de las hojas de los árboles. Podría decirse que Diego y yo disfrutábamos del salón. Pasábamos la tarde rodeados de miles de libros, que en el salón como en cualquier otro rincón del apartamento, sus lomos nos llamaban con sugerentes títulos: TIZIANO, CANALETTO, PIERO DE LA FRANCESCA, PIERO CONSAGRA…


El silencio roto por el canto de los pájaros del pequeño bosque que nos rodea, algún sonido lejano del agua del canal y de fondo los sonidos que Diego hace al jugar y a veces sus pasitos sobre la tarima laminada de madera.

BOSCH, MATISSE, PICASSO, STORIA DEL ARTE ITALIANE, HOGARTH…


Enfrente de nosotros, la vidriera semicircular de una pared del crucero de la Iglesia de San Trovaso refleja con ímpetu el atardecer.



HENRY MOORE, ANTONI GAUDÍ, DE CHIRICO, JOAN MIRÓ…

Nos rodean también objetos pasados de moda todos ellos, pero que ocupan su lugar, un lugar ganado con el paso de los años, objetos posiblemente de pequeño valor material pero seguro que gran valor sentimental.

HISTORIA DE VENEZIA, 50 DISEGNI DI PICASSO, BARROCO PIAMONTESE…

Sobre las innumerables estanterías se disponen libros de gran formato, láminas, bellas cajas que contienen no sabemos qué secreto en su interior y que por respeto a la intimidad de quién allí vivió no se me ha ocurrido abrir.



MICHELANGELO ARCHITETTO, CRÍTICA D´ARTE, poesía, mucha poesía…

En ese instante el tiempo se detiene.

Diego juega con el juguete musical que le hemos comprado en el Ponte di Rialto. Es una abeja de madera fabricada por Bortolucchi. Él tira de la cuerda cada vez que la música acaba y me repite cada vez: “mira cómo sube, papá”.

BENEDETTO CROCE – FILOSOFÍA POESÍA STORIA, STORIA UNIVERSAL…

Entre los árboles centenarios del jardín-bosque está presente la torre de la iglesia. Sus campanas comienzan a tocar con la elegancia que el momento requiere. Diego sentado en el suelo, apoyada su espalda y con los brazos en cruz sobre el sofá, mira las campanas, las escucha a media tarde. Ya no necesita hacer sonar su juguete. Él es consciente como yo de que el tiempo se ha parado, de que no quiere que ese instante termine. Junto al sofá, bajo la lámpara de cristal de Murano, observa las campanas, el movimiento de las hojas y una vieja buhardilla de tejadito de visera. No sólo está el sonido, también hay olor. Se mezclan los aromas del Galán de Noche y del Dondiego de Noche y entran por el ventanal, también otros perfumes desconocidos para mí.

STORIA DE LA MÚSICA, STORIA DI VENEZIA, GIACOMETTI, MONET…



Es pequeño para ser consciente de lo que ocurre pero no para sentir y vivir ese momento de felicidad.


IMPRESSIONISMO, FILIPO DE PISIS, CARPACCIO, TINTORETTO…

Seguimos rodeados de Arte, algún grabado al aguatinta y muchas y coloridas acuarelas que junto a la firma indican el año en el que fueron creadas: S Anna, 1944, CAMPLIGI , 54. Todas las obras están fechadas entre 1944 y 1983.

TENDENCES CONTEMPORAINES, HISTOIRE DE LA PINTURE MODERNE…

Un mueblecito contiene discos de vinilo. Entre todos ellos, abunda la música de TCHAIKOVSKY y SCHUBERT, varios PIANO CONCERTO. Lástima que no esté el tocadiscos.


ANTOLOGÍA DE LA LÍRICA, Clásicos, Clásicos, Clásicos…

Mi mente perdida en el reflejo del cristal del gran ventanal, imagina lo que en otra época PALLUCCHINI ,el dueño del apartamento, pudo sentir al disfrutar de todo el arte que había dispuesto a su alrededor, de su música predilecta que escuchaba mientras su hija jugaba junto al sofá. Imaginaba su amor y dedicación al Arte y a su hija. Pensaba que todo lo vivido allí en otro tiempo no se había perdido, estaba allí contenido. Su hija actualmente mantiene la vivienda tal y como su padre la dejó. No creo que sólo haya heredado el inmueble sino también la apreciación del Arte.

GOETHE OPERE I, GOETHE OPERE II, GAUGIN, ANGELICO, DELACROIX…

Anochece y los aromas se complementan con el canto de una lechuza.

ZURBARÁN, RENOIR, BELOTTO, POUSSIN, LOTTO, L´OPERA COMPLETA DI 104 PINTORES, RINASCIMENTO Y RINASCENZE, TIZIANO Y EL CINQUECENTO…

Cada mañana, Diego despierta muy pronto, con la excitación propia del Día de Reyes. Está deseando bajar a la calle y repite: “vamos a la calle a ver la `pissina´, mamá”.

No me extraña que quisiera bajar: tras caminar por un vial de 60 metros entre los muros con contrafuertes del jardín de la iglesia, encuentra la alegría que da tener un canal en la puerta, una pintora que cada mañana retrata un rincón de la calle, y los alumnos del Liceo Artístico Statale y de las secciones de Filosofia e Teoria delle Scienze y de Italianistica e Filologia Romanza de la Università Ca´Foscari di Venecia que cruzan a las clases situadas en los palacios de enfrente o descansan sobre el césped del Campo de San Trovaso, junto al único taller de construcción de góndolas de la ciudad.










El cerebro cuando no recuerda lo que ha ocurrido en el pasado, inventa e imagina basándose en lo que le han contado. Si Diego en el futuro no recuerda este viaje, su cerebro podrá imaginar tomando como partida 294 fotografías, 62 minutos de vídeo y este relato.

Estamos deseando realizar el primer gran viaje de su hermano Pablo.

miércoles, 11 de abril de 2007

EN OTRA VIDA

Existen en el mundo lugares especiales en los que cuando te encuentras en ellos sientes una sensación que te llena, tal vez de felicidad. Si creyera en la reencarnación pensaría que en anteriores vidas habría vivido allí, y muy probablemente habría sido feliz. Esa sensación de libertad inigualable se habría transportado en el tiempo.

Son varios los sitios en los que esa sensación me ha inundado. Sin embargo existe uno singular. Uno en el que la sensación se produce por haber vivido otra vida en otro tiempo, pero dentro de esta vida: Almería.

¿Qué ha quedado? Han quedado recuerdos y sensaciones sobre el trabajo hasta la extenuación, sobre sueños cumplidos, sobre amigos que se han dejado la piel unas veces conmigo y otras veces junto a mí. Queda en el recuerdo la mirada de mis hijos hacia la inmensidad al contemplar por primera vez el Mar Mediterráneo. Queda el vacío que dejan las mil voces de todas las personas que allí he conocido. Queda el recuerdo de lo vivido y también de lo que quedó por vivir. Y como la luz también se puede recordar, queda el recuerdo de la luz. Cuando un paisaje tiene toda la luz se puede permitir atardecer cada día de un color diferente. Recuerdo las puestas de sol en el faro de la bocana del puerto de Almería, en el bosque de pitacos, en la bahía, en el Collado García, en el peñón de Mónsul, en Genoveses, en San José, en la vieja iglesia de las Salinas de Cabo de Gata, en Punta Entinas, en la torre del puerto de Almerimar
Desde que me marché he podido ir algunas veces y aunque esté allí menos tiempo del que tardo en ir y volver, me merece la pena pasar “unos momentos de sensaciones”.

sábado, 30 de diciembre de 2006

LINARES. NAVIDAD DE 1872.

ACCÉSIT

III CERTAMEN DE CUENTOS

"LUZ DE NAVIDAD"

DE LINARES.


Puedo imaginar la silueta de mi padre cuando volvía del fondo de la galería. Entre penumbra, sombras y lejanos candiles. Nadie lo esperaba pero en un suspiro el techo se desplomó. Aturdidos por el ruido y el sabor del polvo sus compañeros gritaban su nombre sin cesar. Después de tan brutal sacudida el silencio se hizo en toda la mina. Todos escuchaban atentos buscando en la oscuridad cualquier atisbo del aliento de mi padre. No se oye nada, tan sólo el sonido del cabestrante del malacate que desciende al fondo del pozo. No importa lo que ocurra ahí dentro: no se puede dejar de achicar agua.

—¡Qué desdichados somos! —pensaban todos—. El destino no ha respetado ni siquiera el día de Nochebuena. Creíamos ya, que tan sólo serían siete, las criaturas que no verían el nuevo año. Qué desgracia la de nuestro compañero. O más bien la de su mujer y sus tres hijos más el que está por llegar. Como sobrevivirán ahora sin los 12 reales de sueldo por jornal y lo que es más importante: sin el amor de un marido, de un padre.


—No puede ser — lloraban, gritaban—. Pero también daban gracias a Dios porque su mujer no había presenciado la desgracia, pues ya no podía trabajar allí lavando mineral. Su estado solo le permitía trabajar, y a duras penas, como aguadora, desde la fuente del Bermejal hasta la casa de unos señoritos.



El desplome había sido brutal. El capataz pensaba que toda la galería se había venido abajo. Era una galería de prospección. No habían encontrado mineral en esa dirección. A mi padre le creían muerto. Era el día de Nochebuena. Todos debían marcharse hasta que el facultativo recibiera la orden de excavar. La empresa debía decidir cuándo reanudar la búsqueda, si es que se reanudaba.

Voces exaltadas comenzaron a alzarse en contra del capataz:
—¿Crees que por lucir bigote y sombrero burgués ya no recordamos que creciste en la mina: arrancando granito y plomo como nosotros? ¿Ya no recuerdas las veces que ese hombre se ha jugado la vida por ti y por los demás, martilleando cuñas de madera entre las vigas, mientras la galería entera crujía? Daba así tiempo con ello, a que todos saliésemos de ese infierno seguro.
—No nos iremos sin su cuerpo —decían otros —. Se merece descansar en paz, fuera de aquí. Si no le sacamos, no podremos mirar a la cara de su viuda.

Hombres y niños se pusieron a excavar con todo lo que tenían a su alcance: picos, palas, cubos e incluso con sus propias manos. Cargaban espuertas, las mismas que los niños paseantes usaban para transportar terreros al malacate, entre lodos, oscuridad y asfixia. Trabajaban con un ritmo muy superior al que se imponían cuando, por necesidades de la compañía, iban a destajo. La verdad es que en ese momento no estaban trabajando sino buscando a un amigo.

A nosotros nos llegó la noticia tres horas más tarde. Nuestro vecino de enfrente, algo mayor que yo, se dio la caminata deprisa y corriendo, para contarnos la historia entre jadeos y lloros.

Parece ser que al poco rato del accidente mi padre abrió los ojos. Estaba oscuro. Pensaba que había muerto. Pero supo en un instante que eso no había ocurrido: olía a carburo quemado. No podía ser que incluso en el otro mundo ese olor le acompañara. Dedujo lo que había ocurrido: tal vez algo parecido a un milagro le había colocado en algún hueco entre maderas y rocas. Se encontraba débil por el golpe, entumecido por la humedad, sin aliento por la falta de aire. Cualquier hombre en esa circunstancia se habría venido abajo. Habría perdido los nervios hasta morir. Pero mi padre tenía algo que hacer, pendiente y muy importante. A su juicio lo mejor que podía hacer por mí a lo largo de su vida. No podía morir con ese secreto.

Sólo él sabía lo que esa mañana le había acontecido. Esa mañana, como todas, muy temprano, entre la niebla y el humo pesado de las chimeneas de los pozos, se abría paso hasta Cerro Pelado: la mina «El Nene». Lugar donde se dejaba la piel por un jornal que daba escasamente para comprar un kilo de tocino fresco y otro de pan.

De repente un lujoso carro con tiro de caballos irrumpió en el paraje: los caballos habían salido desbocados, asustados por el ruido de la explosión de algún barreno cercano. Sin pensarlo, mi padre saltó desde un montículo al centro del tiro, haciéndose con las riendas y ordenando con fuerza para que los nobles animales se parasen. Había evitado con su entereza la desgracia a una pareja de distinguidos señores y su cochero. Posiblemente habrían acabado en el fondo de algún pozo, de los muchos que agujerean la tierra de esos alrededores.

—Pídeme lo que quieras — le dijo el señor más alto tras recuperar el resuello —. Si está en mi mano intentaré complacerte. Como notario que soy, doy fe de ello y lo digo ante testigos.

—Mi hijo mayor pronto cumplirá diez años —respondió mi padre —. Si el destino no lo remedia, pronto tendrá que trabajar conmigo, en la mina. No quiero que pierda su vida día a día como lo hago yo desde que tenía su edad.

El Sr. Notario no necesitó escuchar más. Sabía a qué se refería...
—No me digas más valiente amigo —le interrumpió amablemente —. Hoy es Nochebuena y mañana Navidad. Cuando pasen estas fiestas te espero en la Notaría. Tráele contigo. Trabajará en principio como aprendiz hasta que pueda leer y escribir. Muy pronto superará los cinco o seis reales que cobraría en la mina. Haremos de él lo que él quiera ser.


Al momento se despidieron, haciendo un ademán con sus sombreros. Era el momento más feliz que mi padre había tenido en toda su penosa existencia. Aceleró la marcha a la mina. Gozoso, quería que el día pasase tan rápido como prende la pólvora. Quería que pronto llegase el ocaso y al llegar a la puerta de la Casa de la Munición donde yo le esperaba todos los días: quería abrazarme y contarme la buena nueva; quería recordarme los buenos modales que desde siempre me había inculcado, y el esfuerzo, y el tesón, de los que yo tendría que hacer gala ante el Sr. Notario.

Ese era su secreto. Si él moría allí, mi suerte quedaría enterrada a noventa metros bajo las encinas y la hierba. El granito y la galena argentífera se habrían hecho dueños de nuevo de mi destino, que no sería precisamente de plata.

La tarde se hacía eterna. Ninguna comunicación por parte de la compañía, ni de los compañeros.
—La esperanza es lo último que se pierde —decían las vecinas entre sollozos —. Todas habían perdido algún ser querido en similares circunstancias.

Al anochecer recordé algo que mi padre me decía:
—Si alguna vez te sientes solo, mira al cielo estrellado. Piensa que hay miles de personas mirando en ese momento. Podrás sentir su compañía.

Desde hace veinticinco años, él siempre, al salir del infernal laberinto, miraba al cielo y buscaba la más bella constelación de invierno: Orión. Se la señaló un compañero, que antes que minero, fue marinero y que murió de pena, según decían, por haber cambiado el mar y las estrellas por la profundidad de la madre tierra. Mi padre, al aflorar a la superficie, se emborrachaba de aire y perdía su mirada en la nebulosa de la constelación, deseando para sus hijos una vida mejor que la suya. Otro día más, había conseguido salir y contemplarla.

Hasta ahora nunca me había sentido tan solo. No podía dejar de mirar a ese cúmulo de estrellas lejanas. Sabía que si mi padre conseguía salir de aquella enorme tumba, lo primero que haría sería mirar allí.

En ese preciso instante una estrella fugaz cruzó la constelación por su diagonal. Fue un momento de magia que yo aproveché para pedir un deseo con toda la fuerza de mi pequeño ser. En aquel instante supe que todo aquello significaba algo hermoso.
— ¡Mamá! no llores más —entré gritando en la casa —. Papá está vivo —repetía una y otra vez —.
—¿Qué dices? ¿Alguien nos lo ha traído? —me contestaba ella —.
—No mamá, pero yo lo sé, me lo ha dicho una estrella fugaz que ha salido a recibirle —le respondí con toda la seguridad del mundo— .

Mi madre se hundió aún más en un profundo lloro, me creía inmerso en un juego de niños. Lloraba y lloraba sin esperanza.

Aunque ya se había cerrado la noche, se seguían oyendo desde lejos, como durante toda la tarde, los cantes mineros de algunos Tarantos venidos de Almería. Más que cantes eran lloros, estaban llenos de rabia contenida, de canto al fracaso, de dolor. Poco a poco los cantes por taranta se iban convirtiendo en alegres villancicos de patio de vecinos. Los corros alborotaban: las zambombas y panderos vencían al «quejío». Tenía ante mí el deseo lanzado a la estrella y salí a correr por la calle Santiago hacia abajo. Allí estaba, en El Paseillo junto a las obras del nuevo Ayuntamiento. Rodeado de sus compañeros: hombres y niños, y también mujeres. Eran figuras sin color. Siluetas manchadas y oscuras como el carbón. Sólo las palmas de sus manos y sus caras eran blancas: del color claro de la inocencia y la amistad. Entre todos lo habían conseguido y eran partícipes de antemano, de la alegría que sentiríamos al estrecharle entre nosotros. Venían a entregarnos un regalo que ya no era de esperanza, sino de vida.

Aquellos días los regalos no fueron materiales ni tangibles. No fueron caros ni baratos, simplemente no tenían precio.

Aquellas personas de bien nos entregaron tiempo, oportunidad, calor, proximidad, emoción... Mi padre no sólo me regaló una nueva existencia, sino que me obsequió con un preciado bien, la libertad de elegir mi destino.

Hace mucho tiempo que enseñé a mi hijo a encontrar en el firmamento la Nebulosa de Orión.

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Nota:

Aunque los datos históricos pueden ser reales, los personajes y los hechos han sido creados en la ficción. Sin embargo, es posible que todo lo que se narra, pudiera haber ocurrido de verdad. Por eso, este cuento de navidad es un homenaje a los hombres y las mujeres que levantaron la ciudad de Linares, con su trabajo, esfuerzo y pasión, como nuestros protagonistas, de forma olvidada y anónima.